Félix y Susana reconoce a niños y niñas como sujetos de derechos y protagonistas de su propio desarrollo, bajo una óptica centrada en la búsqueda del bienestar, la dignidad y la libertad. A esto, debe sumarse que el Programa les comprende como parte de un entorno en el que se conjuga la actuación de la familia, los escenarios educativos, la comunidad y la sociedad civil.

En 2003 Naciones Unidas acordó una Declaración de Entendimiento Común sobre el Enfoque Basado en Derechos, en la que expone unos atributos que bien, pueden trasladarse al plano de una iniciativa educativa como Félix y Susana. De allí que se conciba I) el ejercicio de los derechos humanos como el fin último del desarrollo; II)  a las personas como agentes de su propio desarrollo y no como receptoras pasivas; III) la participación como un medio y a la vez como un objetivo; IV) la necesidad de analizar toda situación a partir de las causas inmediatas y subyacentes y, V) la relevancia de incluir en las acciones a otros actores y entidades de interés, promoviendo la gestión y mantenimiento de alianzas estratégicas. 

 La niñez es el periodo de la vida donde se caracteriza por la rapidez de los cambios que allí ocurren. Es una etapa decisiva en el desarrollo, pues de ella depende la evolución en todas las dimensiones. Niños y niñas llevan sobre sí, imaginarios construidos histórica y socialmente. Con el tiempo, se han tejido diversas concepciones alrededor de la niñez: de ser objetos propiedad de los padres, hasta ser considerados adultos en miniatura, todo lo cual ha incidido en la actitud de la familia, la comunidad y del mismo Estado.

Identificar las concepciones que se tienen de la niñez en un contexto histórico y geográfico determinado, permite reconocer y transformar imaginarios que les niegan su voz. Implica abandonar la mirada de necesidad, vulnerabilidad y falta de capacidades, avanzando hacia la concepción de niñas y niños como interlocutores con dignidad, que ocupan un lugar protagónico en la familia, la escuela y la sociedad.

La educación es un proceso social que trasciende el marco de lo institucional y se desarrolla en la cotidianidad de las personas, siendo un ejercicio vivo, permanente, presente en todo momento, en multiplicidad de espacios y con diversidad de actores.

En el caso de la niñez, los procesos educativos poseen particularidades que obedecen a los distintos momentos de desarrollo y a los constantes cambios que atraviesan, por lo que es deber de quienes les acompañan, adaptar sus prácticas y mensajes a las necesidades y expectativas de niñas y niños garantizando así que los aprendizajes sean significativos. Para que ello ocurra, es preciso revisar cómo se vinculan, cómo participan y qué lugar tienen niños y niñas en el proceso educativo.

En esta línea, los agentes educativos han de asumir un rol como mediadores y facilitadores dentro del proceso, generando espacios para el diálogo, la escucha atenta, la expresión, la participación y el desarrollo de experiencias en las cuales niños y niñas sean el centro del ejercicio de aprender.

La educación es un proceso social que trasciende el marco de lo institucional y se desarrolla en la cotidianidad de las personas y los grupos humanos, siendo un ejercicio vivo, permanente, presente en todo momento, en multiplicidad de espacios y con diversidad de actores. Dentro del marco de actuación del Programa, la educación se circunscribe a unos escenarios concretos en los que niños y niñas interactúan entre ellos y con adultos, tomando del contexto herramientas básicas para desempeñarse en las distintas esferas de la vida.

En el caso de la niñez, los procesos educativos poseen particularidades que obedecen a los distintos momentos de desarrollo y a los constantes cambios que atraviesan, por lo que es deber de quienes les acompañan, adaptar sus prácticas y mensajes a las necesidades, deseos y expectativas de niñas y niños garantizando así, que los aprendizajes sean significativos. Para que ello ocurra, es preciso revisar cómo se vinculan, cómo participan y qué lugar tienen niños y niñas en el proceso educativo. 

En esta línea, los agentes educativos han de asumir un rol como mediadores y facilitadores dentro del proceso, generando espacios para el diálogo, la escucha atenta y amorosa, la expresión, la participación y el desarrollo de experiencias en las cuales niños y niñas sean el centro del ejercicio de aprender.